No Hay evidencia que el agua afecte la hipertensión arterial.
El agua de canilla o envasada es una bebida recomendable para la salud, incluso para las personas hipertensas, porque el sodio -que se ingiere al consumir cualquiera de sus marcas- no es suficiente para provocar el desarrollo de la enfermedad, informaron especialistas nucleados en la Sociedad Argentina de Hipertensión Arterial (SAHA).
El sodio necesita estar asociado al cloruro para dañar al organismo, lo que en la composición del agua se registra en niveles muy bajos, señaló un grupo de 30 especialistas de la SAHA en un nuevo documento de la entidad.
"El poco aporte de sodio en las aguas es principalmente bicarbonato de sodio, que no parece producir el mismo efecto del cloruro (de sodio) sobre la presión arterial", dijo Felipe Inserra, médico especialista en nefrología y presidente de la SAHA, durante la presentación.
Para Inserra, "es fundamental aclarar que con el consumo de dos litros de agua por día, que es lo esperable, sólo se estaría recibiendo el 7 por ciento del total habitual de sodio por día y el 10 por ciento de la cantidad de sodio recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS)".
En otras palabras, si se ingieren dos litros del agua que más sodio tiene en su composición, se llega sólo a ingerir un gramo de los cinco permitidos, que equivalen a cinco sobrecitos.
"El ejemplo es claro cuando comprobamos que una galletita de agua aporta el mismo cloruro de sodio que un litro y medio de agua", señaló Inserra.
La SAHA sostuvo hoy que "no está demostrada la asociación entre el contenido de sodio de las aguas y la ocurrencia de la hipertensión".
"Por eso, no es correcto privilegiar alguna marca de agua en base a la frase `con bajo contenido en sodio` de la etiqueta ya que todas las aguas tienen bajo contenido en sodio".
La SAHA llamó la atención de que "existen evidencias contundentes del aumento de la presión arterial por el consumo abusivo de bebidas alcohólicas; y que el consumo de agua en reemplazo de bebidas azucaradas (jugos, gaseosas, y otras bebidas) puede reducir la cantidad de calorías ingeridas".
"El agua es el reemplazo natural de las demás bebidas, que utilizadas en exceso, producen importantes perjuicios en la salud humana", dijo el presidente de la organización médica.
Para el especialista, "no es correcto pensar que la hipertensión arterial pueda prevenirse solo prestando atención a la sal, porque el cloruro de sodio se encuentra en muchos alimentos".
Entre ellos, los panificados y harinas, los fiambres, los embutidos, los encurtidos (cebollines, aceitunas) las salsas listas para usar, los enlatados salados, los quesos, los snacks, los aderezos, caldos en cubo, sopas instántáneas, manteca y margarinas.
En Argentina, se consume entre 11 y 12 gramos de cloruro de sodio, más del doble de lo recomendado por la OMS.
La ingesta de cloruro de sodio, a pesar de la políticas públicas destinadas a reducir el consumo en los últimos años, es más alta en los hombres, que ingieren 13 gramos diarios contra 9,8 gramos de las mujeres.
"El efecto de esas políticas (de no poner el salero en la mesa, la modificación de la composición de la sal y la fabricación de productos salados con menor proporción de sodio) es a largo plazo. Se necesitan muchos años para modificar costumbres y pautas culturales", sostuvo el especialista, quien sugirió desandar lo aprendido en torno a la sal, para prevenir la hipertensión.
Según estimaciones, en Argentina un tercio de la población urbana es hipertensa, lo que implica que tiene altos valores de presión arterial, que es la fuerza ejercida contra las paredes de las arterias a medida que el corazón bombea sangre a través del cuerpo.
"El gusto por la sal no es natural, es adquirido. Sólo hacen falta 30 días para que las papilas gustativas olviden y se adapten al auténtico sabor de los alimentos. De todas maneras, la sal en su justa medida no provoca daño".
"El poco aporte de sodio en las aguas es principalmente bicarbonato de sodio, que no parece producir el mismo efecto del cloruro (de sodio) sobre la presión arterial", dijo Felipe Inserra, médico especialista en nefrología y presidente de la SAHA, durante la presentación.
Para Inserra, "es fundamental aclarar que con el consumo de dos litros de agua por día, que es lo esperable, sólo se estaría recibiendo el 7 por ciento del total habitual de sodio por día y el 10 por ciento de la cantidad de sodio recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS)".
En otras palabras, si se ingieren dos litros del agua que más sodio tiene en su composición, se llega sólo a ingerir un gramo de los cinco permitidos, que equivalen a cinco sobrecitos.
"El ejemplo es claro cuando comprobamos que una galletita de agua aporta el mismo cloruro de sodio que un litro y medio de agua", señaló Inserra.
La SAHA sostuvo hoy que "no está demostrada la asociación entre el contenido de sodio de las aguas y la ocurrencia de la hipertensión".
"Por eso, no es correcto privilegiar alguna marca de agua en base a la frase `con bajo contenido en sodio` de la etiqueta ya que todas las aguas tienen bajo contenido en sodio".
La SAHA llamó la atención de que "existen evidencias contundentes del aumento de la presión arterial por el consumo abusivo de bebidas alcohólicas; y que el consumo de agua en reemplazo de bebidas azucaradas (jugos, gaseosas, y otras bebidas) puede reducir la cantidad de calorías ingeridas".
"El agua es el reemplazo natural de las demás bebidas, que utilizadas en exceso, producen importantes perjuicios en la salud humana", dijo el presidente de la organización médica.
Para el especialista, "no es correcto pensar que la hipertensión arterial pueda prevenirse solo prestando atención a la sal, porque el cloruro de sodio se encuentra en muchos alimentos".
Entre ellos, los panificados y harinas, los fiambres, los embutidos, los encurtidos (cebollines, aceitunas) las salsas listas para usar, los enlatados salados, los quesos, los snacks, los aderezos, caldos en cubo, sopas instántáneas, manteca y margarinas.
En Argentina, se consume entre 11 y 12 gramos de cloruro de sodio, más del doble de lo recomendado por la OMS.
La ingesta de cloruro de sodio, a pesar de la políticas públicas destinadas a reducir el consumo en los últimos años, es más alta en los hombres, que ingieren 13 gramos diarios contra 9,8 gramos de las mujeres.
"El efecto de esas políticas (de no poner el salero en la mesa, la modificación de la composición de la sal y la fabricación de productos salados con menor proporción de sodio) es a largo plazo. Se necesitan muchos años para modificar costumbres y pautas culturales", sostuvo el especialista, quien sugirió desandar lo aprendido en torno a la sal, para prevenir la hipertensión.
Según estimaciones, en Argentina un tercio de la población urbana es hipertensa, lo que implica que tiene altos valores de presión arterial, que es la fuerza ejercida contra las paredes de las arterias a medida que el corazón bombea sangre a través del cuerpo.
"El gusto por la sal no es natural, es adquirido. Sólo hacen falta 30 días para que las papilas gustativas olviden y se adapten al auténtico sabor de los alimentos. De todas maneras, la sal en su justa medida no provoca daño".
Fuente: Télam Agencia Nacional de Noticias
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